«¿Quién gana y quién pierde ?»
«¿Quién gana y quién pierde ?»

Por Martín Rappallini, presidente de UIPBA y principal candidato a la presidencia de la UIA

Larry Summers lo resumió con una agudeza provocadora:

"Si China quiere vendernos cosas a precios muy bajos y la transacción consiste en que recibimos paneles solares o baterías para autos eléctricos, y les enviamos pedazos de papel que imprimimos... ¿eso es un buen trato o un mal trato?"

En su frase se esconde una verdad incómoda: Estados Unidos, gracias al estatus de moneda de reserva del dólar, puede consumir más de lo que produce. Compra bienes tangibles a cambio de su propia moneda, que el mundo acepta y atesora.

Desde ciertos sectores, como el del economista Steve Miran, este mecanismo se presenta como un sacrificio que el mundo debería compensar. Pero, como bien replica Summers, caracterizarlo como una forma de “engaño” es absurdo: ¿quién está realmente haciendo el esfuerzo productivo?

Sin embargo, más allá del argumento inmediato, hay una pérdida que muchos no ven: la erosión de las capacidades productivas estadounidenses.

Porque sí, China hoy produce paneles solares, baterías, autos eléctricos. Pero no es sólo que los produce: los desarrolla, los perfecciona, y forma generaciones de trabajadores y técnicos que acumulan conocimiento. Mientras tanto, Estados Unidos imprime papel.

A largo plazo, la moneda puede cambiar. El euro, el yuan, u otra forma digital pueden competir con el dólar. Pero lo que no se recupera con facilidad es el conocimiento productivo. Si una sociedad pierde la capacidad de hacer, de innovar, de construir, la pierde para siempre.

En otras palabras: China puede conseguir una moneda fuerte. Pero Estados Unidos, si abandona su músculo industrial, quizás nunca más pueda fabricar autos eléctricos de clase mundial.

El liderazgo global no se sostiene con seigniorage. Se sostiene con saberes, con ingenieros, con fábricas, con producción. Y eso, lo intangible, lo lento, lo acumulativo, es lo que verdaderamente está en juego.

En los últimos días, el propio CEO de Apple, Tim Cook, reconoció que la razón por la cual Apple sigue fabricando en China no es el costo, sino que Estados Unidos ya no tiene las habilidades ni la gente necesarias para hacerlo. Es una de las empresas más emblemáticas de EE.UU. reconociendo que perdió la capacidad de producir lo que diseña.

Tal vez, entonces, debamos repensar cuál es el verdadero capital de un país. Más allá de los bienes tangibles o financieros, el capital más importante es el saber acumulado de su población. Si una sociedad pierde sus capacidades productivas, está perdiendo un activo invisible pero esencial: el conocimiento que mueve el desarrollo. Japón, Corea y otros países lo han demostrado: el verdadero poder de una nación está en el talento, la técnica y la vocación de su gente. Y es desde ahí que debemos preguntarnos, con honestidad: ¿quién gana y quién pierde?

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