Nieve de color

Por Máximo Kusselewski

Fines de la década de los sesenta. Yo trabajaba en la empresa INS-HER, llenadora tercerista y con marca propia de productos Federal. Mi cargo era de jefe de la planta de gasificado de Aerosoles en el km 40 de la Ruta 3. Hacía poco que había comenzado el negocio de la nieve que era producida por unos pocos llenadores. INS-HER fabricaba una que se llamaba “Nieve Loca”, que la hacía para un empresario importante que manejaba el corso de la Avenida de Mayo, cuyo nombre apenas recuerdo como Castelao o algo así.

En esa época, la nieve se entendía como una lluvia de copitos que caían sobre las personas simulando efectivamente la nieve natural. Digamos que un sustituto del papel picado o confeti que se arrojaba al aire con el mismo fin. Ahora, la nieve es algo como un cañón Baazoca para apuntar y alcanzar a la víctima con un chorro lo suficientemente abundante como para cubrirlo en parte.

Este Sr. Empresario me sugirió que la nieve podía ser de color para ser más atractiva, es decir que cayeran copitos con un color determinado. Agregue entonces colorantes orgánicos al concentrado para lograr esto: por ejemplo, para el rojo el concentrado tenía que ser rojo sangre muy concentrado, para que se lograra luego unos copitos apenas rosaditos por la gran dilución de la espuma.

Preparé para mostrarle una serie de aerosoles de muestra que arrojaban nieve rosada, celeste, amarillo pálido y verde liviano. Cuando se la mostré se manifestó satisfecho, pero me dijo: “Muy bien esto de la nieve en colores, pero ahora quiero que desarrolle un producto que genere copitos de distintos colores que caigan juntos pero que salgan de UN SOLO AEROSOL”. Lo más increíble es que con mi entusiasmo de mis 24 años me puse a trabajar en eso con un aerosol de tres fases (agua, silicona y GLP) y pretendía disolver distintos colorantes en cada fase. Obviamente, no funcionó.