Trump: negociar el mundo como si fuera su empresa
Trump: negociar el mundo como si fuera su empresa

Donald Trump no es solo un político disruptivo: es, ante todo, un empresario que trasladó a la Casa Blanca su lógica de negocios. Para entender sus decisiones en política exterior, comercial y geopolítica, no alcanza con analizar las teorías clásicas del poder. Hay que entrar en su psicología, en su forma de operar, y en su visión profundamente personalista del rol de Estados Unidos en el mundo.

Trump gobierna como si Estados Unidos fuera su empresa. Y el mundo, su mesa de negociación.

1. El empresario que se volvió presidente (sin dejar de ser empresario)

Desde sus orígenes, Trump siempre se definió por una lógica binaria: ganar o perder. Creció en un entorno donde el valor estaba en la marca, el activo, la posición negociadora. Al llegar a la presidencia, no cambió su mentalidad: la amplificó. No ve al Estado como un aparato institucional, sino como un conglomerado que hay que valorizar, reposicionar y proteger frente a competidores.

Por eso su mirada sobre el comercio no es ideológica, es transaccional. Si hay déficit, se corrige. Si hay abuso, se confronta. Si alguien gana más que EE.UU., hay que renegociar.

2. The Art of the Deal: su hoja de ruta presidencial

En su libro The Art of the Deal, Trump describe varias reglas que lo definen como negociador. Algunas de ellas:

"Piensa en grande": No le interesan los acuerdos tibios. Busca reposicionar a EE.UU. como el actor dominante.

"Maximiza la presión": Impone aranceles o sanciones para mejorar su posición. Nunca empieza cediendo.

"Convierte todo en una marca personal": Cada acuerdo debe tener su sello. El NAFTA, por ejemplo, fue rebautizado como USMCA tras renegociarlo.

"Sé impredecible": Usa el caos como herramienta para que los otros actores se desestabilicen y le den ventaja.

"Ataca primero para que el otro te tema": Lo aplica con China, la OTAN, la ONU, México o la UE.

Trump no improvisa: ejecuta su manual.

3. El mundo como una mesa de negocios

Cuando Trump impone aranceles a China, no lo hace como un proteccionista clásico, sino como un CEO que castiga a un proveedor que se está volviendo demasiado grande.

Cuando critica a Europa, no es por ideología, sino porque cree que los aliados no están pagando su parte.

Cuando presiona a México o pone condiciones a la ayuda exterior, lo hace como quien reordena cuentas internas.

Todo el orden global es, para Trump, una cadena de contratos mal negociados.

4. ¿Irresponsabilidad o lógica brutalmente pragmática?

Esta forma de conducir un país —y al mundo— puede parecer irresponsable, incluso peligrosa. Y tal vez lo sea: personaliza conflictos, rompe reglas históricas y debilita instituciones.

Pero desde su lógica, es una manera de sincerar relaciones de poder: dejar de simular cooperaciones que no benefician a EE.UU., y volver a discutir todo desde cero.

No busca crear un nuevo orden global. Busca que cada jugador se siente con él, reconozca sus términos, y acepte renegociar.

La psicología del poder en versión Trump

Entender a Trump es entender su psicología de empresario alfa, de jugador agresivo, de vendedor de marca. No responde a teorías clásicas de geopolítica, ni a compromisos multilaterales.

Él no ve instituciones: ve contratos. No ve países: ve actores. No busca consensos: busca acuerdos.

Y como buen negociador, cree que siempre puede conseguir uno mejor.

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