Por José Luis Zito
Esta nota persigue, como principal objetivo, brindar mi opinión personal acerca de mi experiencia en el 11° Congreso Latinoamericano del Aerosol.
Comencemos por lo más simple. El lugar elegido para llevar a cabo el evento fue un acierto. Tanto el espacio como el catering que se ofreció durante ambas jornadas fue ideal para la ocasión.
En cuanto a la exposición en sí, esta puede haber sido reducida en tamaño, pero, sin embargo, debo destacar el esfuerzo de la mayoría de los participantes con interesantes y vistosos stands; algunos de ellos, con una gran inversión. Esto, sin dudas, demostró un alto compromiso con la cámara organizadora.
Aquellos que asistimos en carácter de congresistas y pudimos ingresar, además, al salón auditorio, nos encontramos con una gran pantalla y con un sonido de alta calidad que proporcionó un ambiente óptimo para las conferencias y las presentaciones.
A pesar de semejante lista de éxitos, también considero necesario expresarme sobre aquello que me faltó en este Congreso. Volvemos a empezar, entonces, por lo más simple: ¿Qué me faltó? En la bolsita que me entregaron al acreditarse, en la cual solo había un talonario de 20 hojas y una lapicera, faltó el programa de conferencias y un souvenir característico del país para nuestros visitantes ("Si hay miseria, que no se note", diría mi abuela); fue escasa, además, la presencia de colegas aerosolistas locales, no hubo un programa para acompañantes de los congresistas y no quedó claro, con la suficiente anticipación, el lugar de la cena de cierre del congreso.
Asimismo, en términos afectivos, me hizo falta una mención especial Súlim Granovsky, ex presidente de CADEA, fallecido este año.
Sobre el ciclo de conferencias, considero que la mayoría apuntaron a la sustitución de los gases licuados por gases comprimidos como una tendencia del futuro. Especialmente, hacían hincapié sobre esto los proveedores de válvulas Bag on Valve (BoV). También se habló de aerosoles recargables y sobre el tratamiento de los aerosoles post consumo. Además, hubo menciones sobre fragancias, aerosoles medicinales y la situación de los mercados globales y de América Latina.
En cuanto a lo institucional, me pareció relevante la información transmitida por FLADA sobre la oportunidad de revisar todas las recomendaciones. En mi opinión, resultaría importante que UADA sea convocada a ese efecto por lo mucho que puede aportar gracias a la participación de sus técnicos. Hoy tenemos suficientes méritos reconocidos como cámara específica del sector aerosolistas para sentarnos en esa mesa de discusión.
En lo personal, y como viejo aerosolista, no estoy tan convencido que los gases comprimidos vayan a sustituir a los gases licuados. Si hablamos del efecto invernadero y la huella de carbono habría que saber en cada país, de manera precisa, cuanto es lo que emana la industria. Por ejemplo, en Argentina el 51 por ciento de los gases son generados por las compañías energéticas, el 39 por la agricultura y la ganadería, y solo el 6 por ciento lo genera la industria (de acuerdo a datos del Ministerio de Ambiente de la Nación). En ese último porcentaje, lo que representa el GLP para aerosoles resulta imperceptible.
Continuando con las disertaciones, creo que ningún expositor consiguió “salirse del libreto”. Cuando digo esto, me refiero a que faltó contar con información más actualizada acerca de acontecimientos que se están sucediendo en el mundo como, por ejemplo, el “hervidero global” al que se refirió la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Con registros históricos de temperatura de 66 grados en Irán y de 52 en China este año, nadie me suplo aclarar (ni en las conferencias ni en los breaks) que sucedió con los aerosoles almacenados en bodegas. Ese creo que es hoy el verdadero desafío urgente y no el cambio de un gas por otro.
Por todo lo anterior creo conveniente incorporar, para los futuros congresos, espacios de debate sobre los temas. Es decir, debe haber menos tópicos, pero más tiempo para la participación y el intercambio.
Finalmente, a modo de mirada de futuro, considero que los siguientes congresos deberán revisar el costo de participación en materia ambiental. Si los temas de debate son los gases de efecto invernadero y la huella de carbono, debemos prestarle especial atención. Para la empresa que envía representantes a un congreso esto representa un costo adicional en términos de la huella de carbono que consume el vuelo de avión para viajar (aproximadamente un vuelo ida y vuelta de Buenos Aires a Estados Unidos, para un pasajero, consume entre dos y tres toneladas de dióxido de carbono, mientras que de Buenos Aires a Europa, consume entre cuatro y cinco). Una posible solución a esto es vincular el congreso con las vacaciones, de modo de que la empresa no acumule ese “costo ambiental”. En el futuro cercano esto pesará cada vez más y los congresos deberán modificar su estructura para adaptarse. Esa es mi humilde opinión.